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La enfermedad por el virus del Ébola (EVE), enfermedad del ébolavirus, fiebre hemorrágica del Ébola (FHE), enfermedad del Ébola[1] o, simplemente, como ébola,[1] es una enfermedad causada en el ser humano por el virus del Ébola. Normalmente los síntomas comienzan entre los dos días y las tres semanas después de haber contraído el virus, con fiebre, dolor de garganta, dolores musculares, y dolor de cabeza. Por lo general, siguen náuseas, vómitos y diarrea, junto con fallo hepático y renal. En ese momento, algunos pacientes empiezan a sufrir complicaciones hemorrágicas.[2]
El virus puede contraerse por contacto con la sangre o los fluidos corporales de animales infectados (generalmente monos o murciélagos de la fruta).[2] No se ha documentado la transmisión aérea en el entorno natural.[3] Se cree que los murciélagos de la fruta son portadores del virus y pueden contagiarlo sin resultar afectados. Una vez que un ser humano resulta infectado, la enfermedad también puede contagiarse entre personas. Los supervivientes de sexo masculino pueden transmitir la enfermedad a través del semen hasta por año y medio. Con el fin de establecer un diagnóstico, por lo general se descartan antes otras enfermedades con síntomas parecidos, como la malaria, el cólera y otras fiebres hemorrágicas virales. Con el fin de confirmar dicho diagnóstico se hacen pruebas de sangre para detectar anticuerpos, ARNviral o el propio virus.[2]
La enfermedad es causada por cualquiera de las cinco especies de virus ébola que han sido identificadas como: Bundibugyo ebolavirus (BDBV), Reston ebolavirus (RESTV), Sudan ebolavirus (SUDV), Taï Forest ebolavirus (TAFV) y Zaire ebolavirus (ZEBOV).[2]
La prevención incluye la reducción del contagio de la infección de monos o cerdos al hombre. Una forma de llevarlo a cabo sería la verificación de la infección en dichos animales y su matanza y posterior eliminación de los cuerpos en caso de detección de la enfermedad. También sería de ayuda una adecuada cocción de la carne, así como llevar ropa protectora durante su manipulación, como llevarla también y lavarse las manos siempre que se esté cerca de alguien infectado. Las muestras de tejidos o fluidos corporales de pacientes infectados deben manipularse con especial precaución.[2]
No se dispone de un tratamiento médico específico; los esfuerzos realizados para ayudar a los pacientes infectados consisten en administrarles bien sales de rehidratación oral (agua con azúcar y sal) o fluidos intravenosos.[2]En el año 2015 comenzó la fase de pruebas de una vacuna, comprobándose en los ensayos preliminares una efectividad del 100%.[4]
La tasa de mortalidad de la enfermedad es elevada: con una frecuencia de fallecimientos de entre el 50% y el 90% de los infectados por el virus.[2][5]
La infección por el virus del ébola fue identificada por primera vez en Sudán y la República Democrática del Congo. La enfermedad aparece normalmente en brotes en las regiones tropicales del África subsahariana.[2]Entre 1976 (año en el que se detectó el virus por primera vez) y 2013, la Organización Mundial de la Salud reportó 1.716 casos.[2][6] Es decir, resultaron infectadas menos de 1000 personas por año.[2][6]Hasta 2014 los brotes de ébola solo habían afectado a regiones concretas de África. A partir de la epidemia de 2014 originada en África Occidental, se han producido contagios en otros continentes. El brote de 2014-2015 fue el más virulento, y afectó a Guinea, Sierra Leona, Liberia y Nigeria.[7][8][9]